Moscú, 22 años de veranos, otoños, inviernos y primaveras. Todo tipo de ropa y calzado, diferentes enfoques de cómo ver al mundo: por debajo de montones de nieve, desde la sombra de los paraguas cuando llueve dos semanas sin parar y todo por dentro te parece mojado, a través de los ojos entreabiertos cuando el sol quiere quemarte en polvo como si estuvieras en el Sahara o en la sartén infernal.
¿Para qué os lo digo? Para que entendáis que Rusia y Moscú cambian su cara y vestido sin hacer caso a los estereotipos meteorológicos. Gracias a los cuales se les pone la piel de gallina a todos los que han pisado mi tierra sólo al pensar en Rusia.
Ahora, a propósito, los moscovitas disfrutan del “placer” de tener unos 40 grados por encima de cero. Y eso dura casi dos meses ya.
La primavera y el otoño son como dos hermanas, con sol y/o lluvias, pero la primera lleva el ambiente alentador; mientras la segunda, el tranquilizador. Y hay que saber aprovechar estas estaciones del año, en caso contrario el invierno va a cogerte de improviso, tal como estás: desanimado y absolutamente incapaz de resistir el frío. Suele haber una, dos o tres semanas de 30 grados bajo cero. Pero las otras son mucho más suaves: de 15 a 0. No es tanto, si estás bien preparado: el abrigo de visón, la gorra, la bufanda, guantes de lana y mucha comida fuerte, así como mucha bebida. Me refiero sólo a té, claro)
Entonces, si queréis hacer o mejor dicho fingir una prueba de vuestra voluntad y fuerza de carácter, viajad a Moscú porque no será un examen duro, sino aventuroso y fascinante. ¡Lo aprobaréis sin duda!